Tus verdugos no quebrantarán tus huesos, lo mismo que no quebrantaron los del reparador, ni
dividirán tu túnica, porque tú mismo eres el sentido y el espíritu, cuyo ejemplo y cuya letra eran todas estas cosas; pero atravesarán tu costado, igual que atravesaron el de su cuerpo, para que se derrame tu sangre espiritual y devuelvas a Dios lo que habías tomado de Dios, lo mismo que el reparador devolvió a la tierra la sangre material que había recibido de la tierra. Pero, lo mismo que la sangre del reparador, dada su pureza, ha rectificado todas las fuerzas de los elementos universales, así también tu sangre espiritual, al derramarse, debe fluir por toda tu persona y por todas tus fuerzas, para darles su primera virtud y su primer carácter.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .