Esta mano divina le abre entonces el sentido del oído, para convencerlo de que todos
los tesoros no son mudos y silenciosos, como los tesoros de la tierra, y su oído queda encantado por la armonía de los conciertos que oye, lo mismo que por la elocuencia viva, luminosa y persuasiva de todas las lenguas que lo rodean.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .