Si los hombres hubiesen querido no cerrar los ojos a la simple ley de las
compensaciones, no hubiesen tenido necesidad de elevarse tan alto para captar este destino primitivo: efectivamente, ateniéndonos únicamente a las nociones naturales de nuestra razón no descarriada por el vicio y la corrupción, ¿no podemos descomponer el fin de nuestro ser en los dones y los medios que hay al alcance de todos los hombres? Según esto, puedo decir a mi semejante: ¿Has nacido fuerte? ¿No es para proteger al débil? ¿Has nacido rico? ¿No es para poner tus bienes en las manos del indigente? ¿Has nacido con luces? ¿No es para iluminar al que está envuelto por las tinieblas? ¿Has nacido virtuoso? ¿No es para reconfortar con tu ejemplo al que no tiene fuerza y asustar al malvado y hacer que tiemble? Ve remontándote por estos niveles hasta la ley de origen. Si comparas con cuidado todos los eslabones de esta gran cadena, llegarás a reconocer que has nacido en principio para una gran compensación.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .