El deseo es lo que ata al hombre, y debe desembarazarse de él: “Para el
preso en las cadenas del deseo es durísimo libertarse, dice el Bienaventurado. Los hombres constantes que no se preocupan de la dicha conseguida por los deseos, rechazan sus lazos y se alejan enseguida (hacia el Nirvana)... La humanidad no tiene deseos duraderos: los deseos son transitorios en quienes los experimentan. Libertaos de lo perecedero y no os detengáis en el lugar de la muerte.” (Ibíd. II-6-8.).
Annie Besant . La sabiduría antigua .