«Señor, realmente no sé cómo responder a estas preguntas. No he reflexionado lo suficiente al
respecto, pero cuando usted formula esta pregunta si he de volverme igual al resto del mundo, mediocre- ciertamente no quiero ser así. También me doy cuenta de la atracción que ejerce el mundo. Y veo la parte que en mí desea todo eso. Quiero tener alguna diversión, pasar algunos ratos agradables, pero la otra parte de mí ve también el peligro de todo eso, las dificultades, los impulsos, las tentaciones. Por lo tanto, no sé dónde voy a terminar. Y también, tal como usted lo ha señalado en diversas oportunidades, no conozco por mí mismo lo que soy. Una cosa está clara: realmente no quiero ser una persona mediocre con una mente y un corazón pequeños, aunque pueda tener un cerebro extraordinariamente ingenioso. Puedo estudiar en libros y adquirir una gran cantidad de conocimientos, pero puedo seguir siendo una persona muy limitada y estrecha. Señor, ‘mediocridad’ es una palabra muy buena que usted ha usado, y cuando la considero siento que me asusto no de la palabra, sino de todas las implicaciones que tiene lo que usted ha expuesto. Yo realmente no sé qué responder, y tal vez discutiéndolo con usted las cosas puedan aclararse. No puedo hablar tan fácilmente con mis padres. Ellos probablemente han tenido los mismos problemas que yo tengo; pueden ser más maduros físicamente, pero tal vez estén en la misma situación que yo. ¿Puedo, pues, preguntarle, señor, si está dispuesto a que venga a verle en otra ocasión para conversar con usted? Realmente, me siento bastante asustado, nervioso y aprensivo con respecto a mi capacidad de afrontar todo esto, de pasar por ello sin volverme una persona mediocre».
Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .