«Si me amáis, guardad mis mandamientos y rogaré a mi padre y Él os dará

otro consolador, para que se quede eternamente con vosotros el espíritu de verdad que no puede recibir el mundo, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conoceréis, porque se quedará con vosotros y estará en vosotros». Este mismo hijo espiritual, nacido de nosotros y en nosotros por obra divina, es el que se convierte en nuestro consolador, lo mismo que se ha convertido en nuestro libertador, a imitación y conformidad del consolador universal y del libertador eterno que quiere que repitamos en nosotros mismos la obra que ha realizado en todo nuestro círculo. Este consolador debe, en realidad, quedarse eternamente con nosotros, desde que ha nacido del espíritu de Dios, mientras que los demás niños que dejamos que nazcan todos los días en nosotros mis- mos no ven que subsista su raza, porque son hijos del mundo. Por eso es por lo que este consolador particular no puede ser recibido por el mundo, porque es ajeno al mundo, como la luz es ajena a las tinieblas, y porque el mundo no lo ve ni lo conoce.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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