La meditación es el despertar de esa inteligencia que nace de la compasión, de la
claridad y de la destreza que la inteligencia utiliza. Esa inteligencia no es personal, no puede ser cultivada; surge sólo de la compasión y la claridad. Todo esto y mucho más es la meditación, y lo “más” adviene cuando la mente es libre y, por lo tanto, se halla completamente quieta. No puede estar quieta si no hay espacio. De igual manera, el silencio puede llegar, no mediante la práctica o el control, no como el silencio entre dos ruidos o como la paz entre dos guerras; el silencio llega sólo cuando la mente y el cuerpo están en completa armonía y sin fricción alguna. Entonces, en ese silencio hay un movimiento total que es la terminación del tiempo. Eso significa que el tiempo ha llegado a su fin. Hay mucho más en la meditación, y consiste en descubrir aquello que es lo más sagrado. No lo sagrado de los ídolos que hay en los templos, iglesias o mezquitas; esas cosas están hechas por el hombre, las fabrican la mano, la mente, el pensamiento. Existe lo sagrado que no ha sido tocado por el pensamiento. Ello puede llegar con naturalidad, fácil y gozosamente sólo cuando hemos creado un orden completo en nuestra vida cotidiana. Cuando hay un orden semejante en nuestra vida de todos los días orden significa ausencia de conflicto-, entonces desde ese orden surge esta calidad de amor, compasión y claridad. Y la meditación es todo esto, no un escaparle a la vida, a nuestro vivir. Y bienaventurados son aquellos que conocen la calidad de esta meditación.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .