No es difícil que advenga la compasión cuando el corazón no está lleno con las
astutas cosas de la mente. Es la mente con sus exigencias y temores, sus apegos y rechazos, sus determinaciones e impulsos, la que destruye el amor. ¡Cuán difícil es ser sencillos respecto de todo esto! No necesitamos filosofas y doctrinas para ser amables y bondadosos. Los eficientes y poderosos del país se organizaran para alimentar y vestir a la gente, para suministrarle albergue y cuidados médicos. Esto resulta inevitable con el rápido incremento de la producción; es la función de un gobierno bien organizado y de una sociedad equilibrada. Pero la organización no origina generosidad del corazón y de la mano. La generosidad proviene de una fuente muy distinta, una fuente mas allá de toda medida. La ambición y la envidia la destruyen tan firmemente como el fuego quema. Esta fuente debe ser alcanzada, pero uno tiene que llegar a ella con las manos vacías, sin plegarias, sin sacrificios. Los libros no pueden enseñarnos acerca de esta fuente, ni hay gurú que pueda conducirnos a ella. Esta fuente no puede alcanzarse mediante el cultivo de la virtud si bien la virtud es necesaria-, ni por medio de la capacidad y la obediencia. Cuando la mente está serena, sin movimiento alguno, la fuente está ahí. La serenidad carece de motivo, está libre del impulso por el «más».
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .