Cuando usted era joven escribió un libro en el que decía: “Estas no son mis
palabras, son las palabras de mi Maestro”. ¿Cómo es que ahora insiste en que pensemos por nosotros mismos? ¿Y quién fue su Maestro? Una de las cosas más difíciles en la vida es no estar amarrados a una idea; a ese estar amarrados se le llama ser “consecuentes”. Si uno tiene un ideal de no violencia, trata de ser consecuente con ese ideal. Ahora bien, el interlocutor está diciendo en realidad: “Usted nos dice que pensemos por nosotros mismos, lo cual es contrario a lo que decía cuando era un muchacho. ¿Por qué no es usted consecuente?” ¿Qué significa ser consecuente? Éste es realmente un punto muy importante. Ser consecuente es tener una mente que, de manera invariable, sigue un patrón de pensamiento lo cual implica que uno no debe hacer cosas contradictorias, una cosa hoy y la opuesta mañana. Estamos tratando de descubrir qué es una mente consecuente. A una mente que dice: “He tomado un voto para ser tal cosa, y voy a ser eso por el resto de mi vida”, se le llama consecuente; pero en realidad es una mente muy estúpida, porque ha arribado a una conclusión y está viviendo conforme a esa conclusión. Es como un hombre que construye un muro alrededor de sí mismo y deja pasar la vida. Este es un problema muy complejo; puede ser que lo esté simplificando demasiado, aunque no lo creo. Cuando la mente sólo es consecuente, se vuelve mecánica y pierde vitalidad, pierde el fervor, la belleza del movimiento libre. Está funcionando dentro de un patrón. Esa es una parte de la pregunta. La otra es: ¿Quién es el Maestro? Usted no conoce las implicaciones de todo esto. Es mejor así. Vean, se ha dicho que cuando yo era un muchacho escribí cierto libro, y ese caballero ha citado una declaración de que un Maestro ayudó a escribirlo. Ahora bien, hay grupos de personas, como los teósofos, que creen en la existencia de Maestros que viven en los remotos Himalayas y que guían y ayudan al mundo; y ese caballero quiere saber quién es el Maestro. Escuchen cuidadosamente, porque esto les concierne también a ustedes. ¿Acaso importa mucho quién es un Maestro o un gurú? Lo que importa es la vida no su gurú, no un Maestro, un líder o un instructor que interpreta la vida para usted. Es usted el que tiene que comprender la vida; es usted el que está sufriendo, el que vive en la desdicha; es usted el que quiere conocer el significado de la muerte, del nacimiento, de la meditación, del dolor, y nadie puede revelarle eso. Otros podrán explicárselo, pero esas explicaciones pueden ser enteramente falsas, erróneas por completo. Es bueno, pues, ser escépticos, porque eso nos da la oportunidad de averiguar por nosotros mismos si necesitamos en absoluto un gurú. Lo importante es ser luz para uno mismo, ser uno su propio discípulo y maestro, ser tanto el que enseña como el que aprende. En tanto esté uno aprendiendo, no hay maestro. Es sólo cuando hemos dejado de explorar, de descubrir, de comprender el proceso total de la vida, que aparece el maestro y un maestro así carece de validez. Porque entonces estamos muertos y, por lo tanto, nuestro maestro también está muerto.
Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .