Las doctrinas de Bruno y Spinoza son virtualmente idénticas, aunque éste las exponga de un
modo más cauto y velado que el autor de Causa Principio et Uno o sea Infinito Universo e Mondi. Pero tanto Bruno, que declara haberse inspirado en Pitágoras, como Spinoza, que sin declararlo lo deja traslucir, tienen el mismo concepto de la Causa primera. Según ellos, Dios es entidad per se, el infinito Espíritu, el único Ser independiente de toda otra causa y efecto, que por su voluntad produjo todas las cosas y estableció las leyes del universo cuya ordenada existencia mantiene perpetuamente. De acuerdo con los swâbhâvikas indos, erróneamente tildados de ateos, quienes dicen que todas las cosas y todos los seres, hombres dioses y espíritus proceden del Swabhâva o su propia naturaleza (34), Spinoza y Bruno afirman que es preciso buscar a Dios en la naturaleza y no fuera de ella. Porque siendo la creación proporcional al poder del creador, el universo ha de ser tan infinito y eterno como el creador, y cada forma engendra de su propia esencia otra forma. Los críticos modernos afirman que Giordano Bruno prefirió dar la vida a ceder en sus convicciones, porque no le sostenía la esperanza en otro mundo mejor, de lo que parece inferirse que Giordano Bruno no creía en la inmortalidad del alma, y así lo asegura Draper al decir con referencia a la multitud de víctimas de la intolerancia clerical: “El tránsito de esta vida a la otra, aun en circunstancias aflictivas, era entonces el paso de temporánea pena a eterna felicidad... El mártir cree que una mano invisible le conduce a través del tenebroso valle... Bruno no cree en semejante auxilio. Las opiniones filosóficas de por qué sacrificó su vida no podían prestarle consuelo alguno” (35). Sin embargo, Draper demuestra conocer muy superficialmente la doctrina de Bruno, dejando de lado a Spinoza cuya cautelosa exposición de ideas las encubre a quien no sepa descifrar la metafísica pitagórica. Pero desde el momento en que Bruno declaraba explícitamente su conformidad con las doctrinas pitagóricas, por fuerza había de creer en la inmortalidad del alma y no verse privado de la consoladora esperanza de mejor vida. Su proceso, referido por Berti en la Vida de Bruno, en vista de documentos originales recientemente publicados, no deja duda respecto de las verdaderas doctrinas del ilustre filósofo. De conformidad con los neoplatónicos y los cabalistas, sostenía que Jesús era mago, en el sentido que Porfirio, Cicerón y Filo Judeo dan a la palabra magia, o sea de sabiduría divina, capaz de investigar los secretos de la naturaleza. Según Filo Judeo, los magos son hombres de santidad que, apartados de las cosas de este mundo, contemplan las virtudes divinas, comprenden claramente la naturaleza de los dioses y los espíritus e inician a otros hombres en los misterios cuyo conocimiento les permite relacionarse continuamente en vida con los seres invisibles. Pero mejor se inferirán las ideas de Giordano Bruno de la acusación entablada contra él por Mocenigo, que dice así: “Yo, Zuanio Mocenigo, hijo del muy ilustre señor Marco Antonio, pongo en vuestro conocimiento, reverendísimos padres, por impulso de mi conciencia y mandato de mi confesor, que oí decir muchas veces a Giordano, conversando con él en mi casa, que era blasfemia afirmar la transubstanciación del pan en carne; que no le satisfacía ninguna religión; que era contrario a la misa; que Cristo era un pobre hombre cuyas perversas obras para seducir a las gentes justificaban su crucifixión; que en Dios no puede haber distinción de personas, so pena de tenerle por imperfecto; que el mundo es eterno y que hay infinitos mundos que Dios crea continuamente, porque puede hacer cuanto quiere; que Cristo hizo milagros tan sólo aparentes, pues era mago como lo fueron los apóstoles, y que él, es decir, Bruno, tiene poder sobrado para hacer más de cuanto ellos hicieron; que Cristo repugnaba la muerte e hizo cuanto pudo para evitarla; que no hay castigo para los pecados, y que las almas creadas por obra de la naturaleza pasan de un animal a otro; y que así como los brutos animales han nacido de la corrupción, así también los hombres han de nacer otra vez después de morir (36). Ha expresado Bruno su deseo de propagar una secta con el título de Nueva Filosofía. Dice que la Virgen no pudo haber parido sin dejar de serlo y que la fe católica está llena de blasfemias contra la majestad de Dios; que los frailes han de ser despojados de sus bienes y del derecho de controversia, porque corrompen el mundo y son unos borricos en todas sus opiniones; que los católicos no tenemos prueba alguna de que nuestra fe sea meritoria a los ojos de Dios; que el no querer para los demás lo que no queremos para nosotros es suficiente a la buena conducta, y que se ríe de los demás pecados y se admira de que Dios consienta tantas herejías en los católicos. Dice que quiere dedicarse al arte de la adivinación y lograr que todo el mundo le siga; que Santo Tomás y todos los doctores de la Iglesia, nada saben comparados con él, pues podría preguntar a los más insignes teólogos del mundo cosas a que ninguno fuera capaz de responder”. A esta acusación respondió Giordano Bruno con la siguiente profesión de fe, idéntica a la de los antiguos maestros: “Creo que el universo es infinito como obra del divino e infinito poder, porque hubiera sido indigno de la omnipotencia y de la bondad de Dios crear un solo mundo finito pudiendo crear, además de este mundo, infinitos otros. Por lo tanto, declaro que hay infinitos mundos parecidos al nuestro, el cual, de acuerdo con el sentir de Pitágoras, creo que es una estrella de naturaleza análoga a la luna, a los otros planetas y demás astros, cuyo número es infinito, y que todos estos cuerpos celestes son mundos innumerables que constityen el universo infinito en el espacio infinito, y esto es lo que llamo universo infinito con innumerables mundos; y así tenemos dos linajes de grandeza infinita en el universo y una multitud de mundos. Esto parece a primera vista contrario a la verdad, si se compulsa con la fe ortodoxa.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .