Pero ahí es donde concebimos el premio del amor que había querido venir a enterrarse
con nosotros en nuestros abismos, con el fin de hacerse cargo de nosotros y sacarnos con él. Entonces sentimos, digo yo, la inmensidad de este amor, por la inmensidad de los sufrimientos que pasamos y que él no tiene ningún miedo a compartir con nosotros: sufrimientos que no podemos valorar antes de la operación de nuestro renacimiento, porque, antes de ese momento, no sabemos cómo ha venido la acción Divina a impregnarnos, ni si actúa secretamente en nosotros por el poder de los derechos eternos que tiene para penetrar todas las substancias y llenarlo todo, cosa que hace, sin embargo, en colaboración con esta vida inmortal, innata en nuestro ser, que se conserva en él en la sombra y el silencio, hasta el momento en que reciba la orden y el poder del maestro.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .