Para averiguar la etimología de la palabra magnetismo, hemos de remontarnos a época inconcebiblemente remota.

Muchos creen que la piedra imán deriva su nombre del de la ciudad de Magnesia, en Tesalia, donde abunda en extremo; pero diputamos por única acertada la opinión de los herméticos. La palabra mago se deriva del sánscrito mahaji, que significa grande o sabio, el ungido con la sabiduría divina. A este propósito dice Dunlap: “Eumolpo es el mítico fundador de los enmólpidos o sacerdotes que atribuían su saber a la inteligencia divina” (6). Las cosmogonías de los diversos pueblos identificaban el alma árquea universal con la mente del Demiurgos, la Sophia de los agnósticos o el Espíritu Santo en su aspecto fenoménico; y como los magos derivaban su nombre de este principio, se llamó a la piedra imán magnes, en honor de los que primeramente descubrieron sus maravillosas propiedades. Los templos de los magos abundaban en todas partes y entre ellos había algunos dedicados a Hércules (7), por cual razón se le dio a la piedra imán el nombre de magnesiana o heráclea, cuando se supo que los sacerdotes la empleaban en sus operaciones terapéuticas y mágicas. Sobre este particular dice Sócrates: “Eurípides la denomina piedra magnesiana, pero el vulgo la llama heráclea” (8). De modo que los magos dieron nombre a la comarca tesaloniense de Magnesia y a la piedra imán que allí abundaba y no al contrario. Plinio dice que los sacerdotes romanos magnetizaban el anillo nupcial antes de la ceremonia. Los historiadores paganos guardan cuidadoso silencio acerca de los misterios mágicos, y Pausanias declara que en sueños le conminaron a no revelar los sagrados ritos del templo de Demetrio y Perséfona en Atenas (9).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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