Lo propio del espíritu de tinieblas es mantener al hombre desconfiando de sus propios derechos

o, si no puede impedir que alcance alguna vez el conocimiento, procurar envolverlos de colores ilusorios que retengan a este- hombre desgraciado siempre por debajo de su verdadera medida y hagan que sacrifique continuamente la realidad a las imágenes y las apariencias. Así es como ha conseguido en casi toda la tierra sustituir la ley por las tradiciones, el espíritu por la letra y las luces de la verdad, que han iluminado a los profetas, por las tenebrosas pasiones humanas. El hombre, a partir del crimen, se ha visto arrastrado en la pendiente de esta región terrenal y muerta, que no pre- tende nada más que hundirse y hundir con ella al hombre, cuando deje de acordarse de su ilustre origen. El enemigo del hombre va aumentando día a día este peso, tan terrible de por sí, que hacía exclamar a Salomón: Esta mora- da terrestre sume al espíritu en la multiplicidad de sus preocupaciones. (Sabi- duría, 9: 15).

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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