UN PERIODISTA INTENTABA SACARLE UNA HISTORIA DE INTERÉS HUMANO A UN HOMBRE VIEJÍSIMO DE UN

ASILO DE ANCIANOS FINANCIADO POR EL ESTADO. —A ver, abuelo —dijo el periodista jovialmente—. ¿Qué pensaría si de repente le llegara una carta diciendo que un familiar lejano le ha dejado en herencia cinco millones de dólares? —Mira, hijo —respondió lentamente el anciano—. Seguiría teniendo noventa y cuatro años. ¿LO ENTIENDES? LO QUE DICE EL ANCIANO ES: «Tengo noventa y cuatro años. Si me veo con cinco millones de dólares, ¿qué voy a hacer con ellos? Seguiría teniendo noventa y cuatro años». Lo que dice Buda, lo que dice Mahavira, lo que dice Jesucristo no sirve de nada. Estás muerto de frío, o tienes noventa y cuatro años. Incluso si te meten en la cabeza todos los conocimientos del mundo, no te servirá de nada; seguirás muerto de frío o tendrás noventa y cuatro años. A menos que surja cierta experiencia en tu interior, una experiencia vital que transforme tu ser y vuelva a hacerte joven, vivo, nada tendrá ningún valor. De modo que no preguntes a los demás. Esa es la primera lección que hay que aprender, que hay que preguntarse a uno mismo. Y también hay que recordar otra cosa: evitar esas respuestas, porque las respuestas ya están dadas, ya las han dado otras personas. Eres tú quien plantea la pregunta, de modo que ninguna respuesta que te dé otra persona te servirá de ayuda. Tú planteas la pregunta, y la respuesta también tiene que venir de ti. Digamos que Buda ha bebido y está contento, que Jesucristo ha bebido y está como en éxtasis. Yo también he bebido, pero ¿cómo puedo contribuir a saciar tu sed? Tú, tú mismo tendrás que beber.

Osho . El libro del ego .

Índice