En el reino vegetal aparecen también los preludios de la sensación, que en los individuos
superiores se convierte en los individuos superiores se convierte en lo que el psicólogo oriental llamaría sensaciones “macizas” de placer y de disgusto. Hay que tener presente que la Mónada atrajo a su alrededor materiales de los planos por donde descendiera, y por tanto puede percibir la acción de estos planos, haciéndose sentir en primer término los impulsos más vigorosos de las formas más groseras de materia. Por último, las sensaciones de los rayos solares, así como el frío de su ausencia, se imprimen en la conciencia monádica; y su envoltura astral, vibrando débilmente, ocasiona la especie de ligera sensación maciza de que hemos hablado. La lluvia y las corrientes de aire, al afectar la constitución mecánica de la forma y su aptitud para comunicar vibraciones a la Mónada que le sirve de alma, son otros “pares de opuestos” cuyas funciones despiertan el reconocimiento de la diferencia, la cual es la raíz de todas las sensaciones, y más delante de todos los pensamientos. De este modo, por medio de las repetidas encarnaciones en las plantas, evolucionan las almas monádicas de grupos en el reino vegetal, hasta que las que sirven de alma a los individuos más elevados de dicho reino, llegan a estar en situación de dar el paso siguiente.
Annie Besant . La sabiduría antigua .