La sabiduría conduce al hombre por unos grados insensibles con el fin de no asustarlo

por la inmensidad de la labor que tiene que realizar. También empieza diciéndole que debe servir de órgano y de cauce para toda la Divinidad entera, si quiere que su ángel disfrute de la paz y de las felicidades Divinas. Este consejo es tan consolador que el alma del hombre está como absorta de admiración y de alegría. Llora de sentimiento, llora de esperanza: es como si la propia imagen Divina hubiese venido a pintarse en todas las sustancias y hubiese sentido el dulce calor de la mano que ha manejado el pincel; pero. como ése es el final de la obra, esta sabiduría nos enseña enseguida que, antes de alcanzar ese término feliz, debemos ver que pasa a nosotros el Dios que sufre, puesto que es el único que puede encadenar a los voraces leones y a todas las serpientes que circulan por nosotros y no dejan de asustarnos con sus silbidos o de emponzoñarnos con su veneno.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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