Situándose en diferentes perspectivas, C. G. Jung y J. Evola comentan con acertada pertinencia el
simbolismo de la Muerte de iniciación según se desprende de la nigredo, putrefactio, disolutio. Conviene añadir que . . la disolución y la reintegración del caos es una operación que, sea cual fuere su contexto, presenta por lo menos dos dignificaciones solidarias: cosmológica y de iniciación. Toda «muerte» es al propio tiempo una reintegración de la Noche cósmica, del Caos precosmológico; en múltiples niveles, las tinieblas expresan siempre la disolución de las Formas, el retorno al estado seminal de la existencia. Toda «creación», toda aparición de las Formas o, en otro contexto, todo acceso a un nivel'trascendente se expresa con un símbolo cosmológico. Ya lo hemos repetido en muchas ocasiones: un nacimiento, una construcción, una creación de orden espiritual, tienen siempre el mismo modelo ejemplar:, la cosmogonía. Así se explica la aparición en culturas tan diferentes del mito cosmogónico, no sólo el día de Año Nuevo (cuando el mundo vuelve a ser creado simbólicamente) o con motivo de la entronización de un rey, de un matrimonio, de una guerra, etc., sino también cuando hay que salvar una cosecha amenazada o curar una enfermedad. El sentido profundo de todos estos rituales nos parece claro; para hacer bien una cosa o rehacer una integridad vital amenazada por la enfermedad hay que volver primero ad originem y luego repetir la cosmogonía. La muerte de iniciación y las tinieblas místicas tienen así una valencia cosmológica: se reintegra el estado primario, el estado germinal de la materia, v la «resurrección» correspende a la creación cósmica. Para utilizar la terminología moderna, la muerte de iniciación disuelve la Creación y la Historia, libera de todos los fracasos v «pecados»; en fin de cuentas, del desgaste inseparable de la condición humana.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .