Al parecer, el hombre siempre ha escapado de sí mismo, de lo que él es,

eludiendo ver adónde va, huyendo de todo esto que le concierne el universo, su vida cotidiana, el morir y el comenzar. Es extraño que nunca nos demos cuenta de que por mucho que escapemos de nosotros mismos, por mucho que podamos alejarnos de manera consciente, deliberada, inconsciente o sutil, el conflicto, el placer, el dolor, el miedo, etc., siempre están ahí. Y finalmente dominan. Uno puede tratar de reprimirlos, puede tratar de apartarlos deliberadamente por un acto de la voluntad, pero vuelven a la superficie. Y el placer es uno de los factores que predominan; también conlleva los mismos conflictos, el mismo dolor, el mismo hastío. El cansancio y el desgaste del placer forman parte de esta confusión que es nuestra vida. No podemos eludir esto. No podemos escapar de esta insondable confusión a menos que realmente le dediquemos cierta reflexión, y no sólo reflexión, sino que veamos con atención cuidadosa, con diligente vigilancia todo el movimiento del pensar y del yo. Muchos podrán decir que esto es demasiado fatigoso, tal vez innecesario. Pero si no le prestamos atención, si no le hacemos caso, el futuro no sólo va a ser más destructivo, más intolerable sino que carecerá de mayor significación. Éste no es un punto de vista deprimente, desalentador; es realmente así. Lo que somos ahora, es lo que seremos en los días que vendrán. No podemos evitarlo. Es algo tan preciso como la salida y puesta del sol. Esto lo compartirán todos los seres humanos, toda la humanidad, a menos que cambiemos todos, cada uno de nosotros, que cambiemos hacia algo que no sea proyectado por el pensamiento.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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