Vivir sin comparar, vivir sin ninguna clase de medición en lo interno, no comparar jamás

lo que uno es con lo que uno debería ser. La palabra ‘meditación’ no significa solamente ponderar, reflexionar sobre algo, indagar, mirar, sopesar; en sánscrito tiene también un significado mucho más profundo cubrir una distancia, o sea, ‘llegar a’. En la meditación no tiene que existir la medida. Esta meditación no tiene que ser una meditación consciente, con posturas deliberadamente escogidas. Esta meditación tiene que ser por completo inconsciente, sin que se sepa jamás que uno está meditando. Si uno medita deliberadamente, ésa es otra forma del deseo, como cualquier otra expresión del deseo. Los objetos del deseo pueden variar; nuestra meditación puede ser para alcanzar lo supremo, pero el motivo es el deseo de lograr, igual que el hombre de negocios, o el constructor de una gran catedral. La meditación es un movimiento sin motivo alguno, sin palabras, sin la actividad del pensamiento. Tiene que ser algo que no se emprende deliberadamente. Sólo entonces la meditación es un movimiento en lo infinito, inmensurable para el hombre, sin meta establecida, sin fin y sin principio. Y eso ejerce una acción extraña en la vida cotidiana, porque entonces la vida es una sola, y así se vuelve sagrada. Y aquello que es sagrado no podemos matarlo. Matar a otro es impío y atroz. Clama a los cielos como un pájaro preso en una jaula. Uno nunca se da cuenta de lo sagrada que es la vida, no sólo la pequeña vida de uno sino las vidas de millones de otros seres, desde las criaturas de la naturaleza hasta los extraordinarios seres humanos. Y en la meditación que no contiene en sí medida alguna, está la verdadera acción de aquello que es lo más noble, lo más sagrado y santo.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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