Desde este punto de vista, el alquimista no hacía ninguna innovación: al buscar la materia

prima procuraba la reducción de las sustancias al estado precosmológico. Sabía que no podía obtener la transmutación partiendo de formas ya «gastadas» por el Tiempo; había, pues? que «disolver» estas «formas». En el contexto de la iniciación, la «disolución» significaba que el futuro «místico» moría a su existencia profana, gastada, decaída. Que la Noche cósmica había sido asimilada a la Muerte (= tinieblas) tanto como al regreso ad uterum es algo que se desprende tanto de la historia de las religiones como de los textos alquímicos ya citados. Los alquimistas occidentales integraron su simbolismo en la teología cristiana: la «muerte» de la materia era santificada por la muerte de Cristo, que así aseguraba su redención. C. G. Jung ha establecido con brillantez el paralelismo Cristo-Piedra filosofal y la audaz teología que ello implica.

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

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