El herrador y el herrero desempeñan un papel análogo en los rituales de las «Sociedades
de hombres» japonesas n. El Dios Herrero se llama Ame no ma-hitotstt no kami, «la divinidad tuerta del cielo». La mitología japonesa presenta un cierto número de divinidades tuertas y de una sola pierna, inseparables de las Mannerbünde: son los dioses del rayo y de las montañas, o demonios antropófagos (Slawiíc, p. 698). Igualmente se representaba a Odhin como a un viejo tuerto, o con vista débil, e incluso ciego K. Por otra parte, el caballo fantasma que llegaba al taller del herrador era tuerto. Hay en todo ello un motivo mítico-ritual bastante complejo, cuyo estudio no podemos emprender ahora. Lo que nos importa es que se trata de un argumento de las Mannerbünde, en el que las invalideces de los personajes (tuerto, cojo, etc.) recuerdan probablemente mutilaciones relacionadas con la iniciación o describen el aspecto de los maestros de la misma (talla pequeña, enanos, etc.). Las divinidades señaladas con una invalidez estaban en relación con los «extranjeros», los «hombres de la montaña», los «enanos subterráneos»; es decir, con las poblaciones montañosas y excéntricas, rodeadas de misterio, generalmente de temibles metalúrgicos. En las mitologías nórdicas los enanos tenían fama de admirables herreros; algunas hadas gozaban del mismo prestigio. La tradición de un pueblo de pequeña talla, consagrado casi enteramente a los trabajos de la metalurgia y viviendo en las profundidades de la Tierra, queda también testimoniada en otros lugares. Para los Dogones, los primeros habitantes de la región, míticos, eran los Negrillos, hoy desaparecidos bajo tierra: forjadores infatigables, aún se escucha el resonar de sus martillos u. Las «sociedades de hombres» guerreras, tanto en Europa como en Asia central y extremo-oriental (Japón), implican ritos de iniciación en que el herrero y el herrador ocupaban un lugar destacado. Es sabido que, tras la cristianización de la Europa nórdica, Odhin y la «caza furiosa» fueron asimilados al Diablo y las hordas de condenados. Se daba así un gran paso hacia la asimilación del herrero y del herrador con el Diablo. El «dominio del fuego», común al mago, al chamán y al herrero, fue considerado en el folklore cristiano como obra diabólica; una de las imágenes populares más frecuentes presenta al Diablo arrojando llamas por la boca. Quizá tengamos aquí la última transformación arquetípica del «Señor del Fuego». Odhin-Wotan era el dueño del wut, el furor religiosus (Wotan, id est furor, escribía Adam von Bremen). Ahora bien: el wut, como algunos otros términos del vocabulario religioso indoeuropeo (furor, ferg, menos), expresa la «cólera» o el «calor extremo» provocado por una ingestión excesiva de potencia sagrada. El guerrero se «calienta» durante su combate de iniciación, produce un calor que no deja de recordar el «calor mágico» producido por los chamanes y los yogui. En este terreno el guerrero recuerda a otros «señores del fuego» —chamanes, yogui, magos, herreros—. Las relaciones anteriormente indicadas entre los Dioses combatientes (Baal, Indra, etc.) y los Herreros divinos (Kóshar, Tvastrah, etcétera) son susceptibles de una nueva luz: el Herrero divino trabaja con el fuego; el Dios guerrero con su furor produce mágicamente el fuego en su propio cuerpo. Es la intimidad, la «simpatía» con el Fuego, lo que hace convergentes a experiencias mágico-religiosas tan diferentes y solidariza vocaciones tan dispares como las del chamán, el herrero, el guerrero y el místico.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .