Preguntamos, pues, como al principio: ¿puede la mente llegar a ese ver extraordinario, no desde

la periferia, no desde lo exterior, desde la frontera, sino dar con ese ver sin buscarlo en absoluto? Ese es el único modo de encontrarlo. Porque cuando damos con él inadvertidamente, no hay esfuerzo, ni búsqueda ni experiencia alguna; existe una negación total de las prácticas normales para penetrar en ese centro, para llegar a ese florecer de la percepción. De ese modo, la mente se torna aguda en extremo, se halla sumamente despierta y ya no depende de ninguna experiencia para mantenerse en ese estado de despertar. Cuando uno se formula la pregunta a sí mismo, puede que lo haga verbalmente; para la mayoría de las personas ello debe ser verbal, es obvio. Y uno tiene que darse cuenta de que la palabra no es la cosa; como la palabra árbol no es el árbol, no es el hecho real. El hecho real es cuando uno de veras entra en contacto directo con él, no a través de la palabra. Entonces eso es una realidad, lo cual implica que la palabra ha perdido su poder de hipnotizar a la gente. Por ejemplo, la palabra Dios esta tan cargada y nos ha hipnotizado tanto, que la aceptaremos o rechazaremos funcionando como la ardilla en una jaula. De modo que la palabra y el símbolo han de ser descartados.

Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .

Índice