Le escuché en silencio. Me quedé completamente en silencio. Entonces la ira desapareció y empezó
a llorar, y sus ojos se cubrieron de grandes lágrimas. Me tomó la mano con mucho amor y luego dijo: «Quizá tengas razón. Nunca he vivido. Puede que no estés siendo grosero, sino simplemente sincero. Y sé que nadie más me diría esto.» Y entonces, una gran gratitud; y por un momento se volvió tan consciente que se podía ver la luz en su rostro... Estaba allí; era todo aura. Y me dio las gracias. Esa noche murió. Permanecí con él hasta el último momento.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .