«Cuando el habitante celeste que more en mí me haya proporcionado to- dos estos bienes,

sembraré en el campo de la vida las semillas de estos árboles poderosos, que crecerán en las riberas de estos ríos de mentira que inundan la peligrosa morada del hombre. Entrelazarán sus raíces para dar consistencia a las tierras que bañan estos ríos con sus aguas e impedir que se derrumben y se vean arrastradas por la corriente. Extenderán largas ramas que cubrirán de sombra las orillas de los ríos y protegerán de los ardores del día al paciente pescador que, caña en mano, vendrá a buscar su alimento. Estas ramas darán otro servicio al barquero que podrá atracar su barquilla y tener un momento de descanso después de un penoso viaje. Con más fuerza todavía se agarrará a estas ramas, que le facilitarán seguridad en los frecuentes naufragios que mar- can todos los días su peligrosa navegación. Se agarrará a ellas con pavor y las bendecirá por haberle ayudado a librarse del torbellino que iba a tragárselo».

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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