Piensa, pues, que esta ley del sino, administrada por el hombre de Dios, pone al
espíritu en su camino directo, por medio del cual no puede dejar de guiar a este espíritu a su meta, como remedio poderoso que el sabio médico sabe aplicar correctamente, de tal modo que este remedio no deja de ir a buscar el mal en sus más profundos escondites, encontrarlo y atacarlo, por muy mezclado y combinado que esté dicho mal con las partes sanas. Esta ley del sino del espíritu está siempre activa en ti y no dejará de descubrir, ante todo, a cuál de tus tribus es a la que se le dejará que vaya a violar la ordenanza del anatema, como consecuencia de que es la familia de esta tribu la que tiene al prevaricador y, finalmente, cuál es el miembro de esta familia que es el culpable. Esta investigación no terminará nunca para ti ni para ningún hombre y algún día, aún por llegar, serán llevados todos los prevaricadores al gran Valle de Achor con todo lo que conserven del anatema y allí serán lapidados por todo el pueblo.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .