Es preciso escalar hora tras hora para alcanzar la gran cima. Algunos días uno vio

un oso a muy poca distancia, el cual no le prestó atención alguna. Los ciervos al otro lado del arroyo también parecían indiferentes a la presencia del hombre. Finalmente uno llegó a la cima de una meseta rocosa, y al otro lado de las colinas, hacia el sudoeste, se veía el mar distante, tan azul, tan quieto, tan infinitamente lejano. Uno se sentó sobre una roca lisa, agrietada, a la que el sol debió resquebrajar sin remordimiento alguno por siglos y siglos. Y en las pequeñas grietas había diminutas criaturas vivientes que se escurrían; y el silencio era completo, total e infinito. Un ave muy grande la llaman cóndor- volaba describiendo círculos en el cielo. Aparte de ese movimiento no había actividad alguna excepto estos diminutos insectos; solo ese silencio, esa paz que existe únicamente donde el hombre jamás ha estado antes.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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