La mente tiene su función en el mercado, pero cuando vuelves a casa la mente
no debería seguir funcionando, con su cháchara. En cuanto te quites el traje, la corbata y demás, la ropa de trabajo, debes decirle a la mente: «Y ahora, quietecita. Este mundo no es el tuyo». Esto no significa estar en contra de la mente, sino dejarla descansar. En casa, cuando estás con tu mujer, con tu marido, con tus hijos, con tus padres o tus amigos, no te hace falta la mente. Lo que necesitas es un corazón desbordante. A menos que en una casa haya un corazón desbordante, nunca será un hogar; seguirá siendo simplemente una casa. Y si en ese hogar puedes encontrar un rato para la meditación, para experimentar tu propio ser, el hogar se elevará a la cumbre, pasará a ser un templo. La misma casa... para la mente es solo una casa; para el corazón, un hogar; para el ser, un templo. La casa es la misma, pero tú experimentas los cambios... cambian tu visión, tu dimensión, tu forma de ver y entender las cosas. Y una casa que no abarque las tres cosas es incompleta, pobre. Una persona que no sea las tres, cosas, en armonía, cuando la mente sirve al corazón, el corazón al ser y el ser forma parte de la inteligencia que se extiende por toda la existencia... Hay quien lo llama Dios; yo prefiero llamarlo lo divino. No existe nada por encima de eso.
Osho . El libro del ego .