Su desdén por la rutina docente y el formulismo científico, el anhelo de identificarse con

el espíritu de la naturaleza, que era para él la única fuente de salud, el único sostén y luz de la verdad, concitaron contra el alquimista y filósofo del fuego, las implacables iras de los pigmeos de la época. No debe maravillarnos de que le acusaran de charlatán y aun de beodo, si bien Hemmann le defiende denodadamente de esta última imputación, demostrando que fue calumnia de un tal Oporino, quien estuvo con él durante algún tiempo para sorpender sus secretos, y al no lograr su intento, se desataron las malas lenguas de sus despechados discípulos, coreadas por los boticarios. Fundó Paracelso la escuela del magnetismo animal, y descubrió las propiedades del imán. Sus contemporáneos menoscabaron su reputación tachándole de hechicero, en vista de las maravillosas curas que obtenía, como tres siglos después se vio también acusado el barón Du Potet, de brujería y demonolatría, por la Iglesia romana, y de charlatanería por los académicos de Europa.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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