«Cuando el Señor pone una semilla en vosotros, empezad cubriéndola cui- dadosamente con todas las
tierras que hayáis removido de antemano, es decir, con la confianza, la vigilancia y la constancia para cuidar de la conservación de este depósito precioso. Que nunca dejen a vuestro espíritu los señuelos seductores de la contemplación el tiempo necesario para que vuestro corazón interrumpa su obra, sin lo cual dejaríais vuestra semilla descubierta, en vez de quedarse fermentando en la tierra. Se secará, no podrá dar ningún fruto o se la comerán los pájaros».
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .